La identidad es bastante difícil de definir. Puede ser la visión que tenemos de nosotros mismos y de nosotros como actores en el mundo.
Es una narrativa que nos hacemos de nosotros mismos en cada contexto en que nos movemos y se forma por lo que nos contamos respecto a nosotros y respecto a las interacciones con los demás. Como soy y como soy con los demás, ya que son los demás quienes van a validar o no lo que creo sobre mí mismo.
La identidad al ser la imagen propia en cada contexto puede ser múltiple, ya que según el ambiente pueden activarse pensamientos y sobre todo comportamientos diferentes.
Es pues un concepto dinámico en construcción constante con el entorno y este proceso será más importante en la infancia, donde mis relaciones de apego o relaciones con las personas significativas van a determinar la base de mi identidad futura.
La persona construye su identidad activamente, selecciona percepciones y las dota de significado sobre si mismo, los demás y el mundo.
Por ello la identidad es una representación parcial, muy dependiente de la memoria y que se compone de diferentes narrativas de si mismo. Es muy complicado tener una visión de conjunto de uno.
No obstante, necesitamos una coherencia en esta identidad y tendemos a darle un sentido.
Para mantener este sentido y coherencia hay unos sesgos o tendencias que parecen bastante comunes, al menos en la cultura occidental, pues en otras culturas la identidad puede ser más un sentido colectivo.
- Sesgos de percepción: Tendemos a buscar y recordar información consistente con la identidad que percibimos de nosotros.
- Sesgos de atribución: Atribuimos las conductas de los demás a características internas y sólidas y las nuestras a las circunstancias.
- Sesgos de positividad: Consideramos que los éxitos se deben a uno mismo y los errores a las circunstancias o a los demás.
- Ilusión de control: Consideramos que tenemos algún control sobre lo que ocurre y que podemos prever las consecuencias negativas.
- Sesgo de falso consenso: La mayoría de la gente piensa, siente y actúa como uno mismo, que es lo más lógico y razonable.
Gracias a estos sesgos creemos que:
- El mundo es estable.
- Uno es coherente y correcto.
- Somos miembros de una sociedad.
- Esperamos comprensión y afecto de los demás.
- Esperamos lograr una vida con sentido.
Nos definimos según nuestras experiencias en la vida. Por este motivo experiencias traumáticas o de alto impacto emocional hacen que nos cuestionemos las creencias que nos permiten vivir en un mundo aparentemente estable y coherente.
Ante experiencias inusuales y/o traumáticas los sesgos o tendencias a interpretar lo que ocurre son alterados y la realidad es percibida sin estos filtros, por lo que nuestro concepto sobre nosotros, los demás y el mundo cambian o dejan de ser coherentes.
Nosotros podemos percibirnos como victimas o como supervivientes, frágiles, desechos o fuertes, incompetentes o capaces. Los demás como hostiles, egoístas, estúpidos e impredecibles. El mundo como desapacible, absurdo y cruel.
La misión de la Psicoterapia es ayudar a la persona a construir una nueva narrativa que permita una imagen de si misma, de los demás y del mundo adaptados a lo que ha ocurrido y al mismo tiempo que estas imágenes y nuevas creencias permitan desenvolverse con eficacia y coherencia para llevar una vida con sentido y que merezca la pena ser vivida.