Somos seres emocionales, aunque nos gustaría ser racionales dado que las emociones surgen, aunque no queramos y a veces no sabemos interpretar que nos pasa, que sentimos, por eso el ser humano siempre ha intentado dominar las emociones.
Las emociones cumplen una función adaptativa. Nos movilizan, nos informan a nosotros mismos y a los demás y nos hacen más sabios al integrarse con la razón.
Las emociones regulan el funcionamiento mental, organizando el pensamiento y la acción.
El pensamiento surge para resolver el problema de como alcanzar la meta establecida por la emoción.
Los centros emocionales del cerebro reciben la información antes que los responsables de la toma de decisiones y planificación. Son las emociones las que establecen los problemas para que los resuelvan los centros cognitivos o de razonamiento.
El interés y la curiosidad promueven la exploración y producción de nuevas conductas.
La alegría y la felicidad son el resultado de mantenernos en contacto con aquellos a los que nos sentimos vinculados, como de la sensación de eficacia y mantienen al organismo proactivo, con el dominio de la situación.
El enfado es la necesidad de poner límites a la situación que vivimos. La tristeza nos informa de una pérdida importante para nosotros y la necesidad de cuidarnos y sentirnos apoyados. El miedo nos impulsa a huir o afrontar una situación amenazante. El asco que algo es desagradable y tenemos que apartarnos de ello. La culpa que hemos cometido un daño y necesitamos repararlo.
Las emociones positivas fomentan la vida y el crecimiento. Las emociones, mal llamadas negativas nos preparan para afrontar situaciones potencialmente dañinas.
Cuando se expresa una emoción, esta se transforma, sentimos que podemos cambiar el ambiente, nos da confianza y fortaleza, y un mayor contacto con el entorno.
Anular las emociones en la toma de decisiones, solo produce un pensamiento circular, incapaz de decidir, como demuestran los experimentos y observaciones llevados a cabo por Damasio con personas cuyos centros emocionales del cerebro estaban dañados.
En definitiva, las emociones nos informan de como nos afecta y reaccionamos ante una situación y que necesidades y metas tenemos en ese momento, e informan a los demás, por ello son inevitablemente visibles, de nuestras intenciones y disponibilidad para actuar.
En situaciones de estrés o vulnerabilidad, la capacidad para la evaluación a nivel racional es lenta, nuestras emociones son más reactivas y pueden desbordarnos. Patrones regulares de vivencias se convierten en esquemas emocionales que se activan automáticamente ante situaciones de la vida cotidiana. Si estos esquemas se han formado por vivencias donde nuestras necesidades no fueron suficientemente atendidas o estuvimos en peligro, podemos reaccionar automática y desproporcionadamente y nuestra respuesta empeorar el problema, y nuestras relaciones con los demás y con nosotros mismos.
La regulación de las emociones se convierte en crucial para tener una vida satisfactoria, lo que no significa en absoluto tener emociones de las llamadas positivas, si no saber lo que nuestras emociones informan, que necesidades nos demandan y racionalmente interpretarlas y ver las posibilidades para actuar en consecuencia.
Regular no es controlar, suprimir, evitar, ocultar. Es equilibrar la experiencia emocional y su expresión y traducirlo en acciones constructivas.
¿Cuándo surge un problema?
- Falta de habilidad para cambiar el entorno.
- Evitación y control de las emociones, lo que produce desorientación.
- Problemas para regular la intensidad de la emoción.
- Traumas
- Esquemas emocionales aprendidos por la experiencia, que se activan de forma automática.
La Psicología tiene tratamientos, técnicas y formas de actuar perfectamente comprobadas, estudiadas y validadas para solucionar los problemas de regulación emocional y para enseñar como utilizar las emociones para que sirvan a nuestro desarrollo y mejora personal.
Paulino del Campo. Psicólogo-Psicoterapeuta.