La pérdida del puesto de trabajo supone para la mayoría de las personas un duro golpe vital.
La vida se ve gravemente alterada y dependiendo de las circunstancias que rodean a la persona, puede significar una amenaza importante para la supervivencia, unas veces a nivel simbólico, según el significado que la persona atribuye al trabajo perdido, y a veces a nivel muy literal.
Como toda pérdida, adaptarse a la nueva situación supone un proceso. Este proceso es un duelo y tiene las características de todos los duelos. La persona ha perdido algo importante para ella y tiene que adaptarse a vivir sin ello.
Normalmente el duelo se cierra con éxito cuando la persona ha podido asumir esta pérdida y comienza a llevar una vida significativa y con sentido sin lo que ha perdido y puede establecer nuevos vínculos, es este caso encontrar un nuevo empleo.
Puede haber diferentes etapas, dependiendo de las emociones y sensaciones predominantes y según diferentes estudios, pueden ser estas, y no necesariamente por este orden:
- Negación
- Ira
- Culpa
- Tristeza
- Aceptación
Las fases del proceso de adaptación normalmente son estas:
- Shock: Desconcierto. Aquí la tarea será aceptar la realidad de lo que ocurre.
- Protesta: Esfuerzo por mantener contacto con lo perdido.
- Desesperanza: Indefensión y posible depresión. La tarea puede ser adaptarnos a la nueva situación y dejar de rumiar obsesivamente sobre lo ocurrido, nuestra sensación de impotencia y sobre el futuro.
- Reorganización: Reponerse, establecer relaciones nuevas, activarse.
Las reacciones que experimenta de forma más corriente, según cada persona y su contexto son:
- Sentimientos: Tristeza, rabia, irritabilidad, culpa, reproches, ansiedad, soledad, indefensión, alivio, anestesia emocional.
- Sensaciones físicas: Molestias gástricas, opresión en el pecho, hipersensibilidad a ciertos estímulos, despersonalización, falta de aire, pérdida de energía, problemas del sueño.
- Pensamientos: Incredulidad, confusión, falta de atención y concentración, preocupaciones y rumiaciones, obsesiones.
- Alteraciones de la percepción: Ilusiones.
- Conductas: Hiperfagia o anorexia, alteraciones del sueño, pesadillas, abandono relaciones sociales, evitación de lugares, inquietud, hiperalerta, llanto.
Si la pérdida ha sido inesperada, se ha comunicado de forma desconsiderada o los recursos económicos son pocos, puede incluso ser traumática, con lo que se agravan las reacciones.
Pueden además cambiar, por el impacto emocional, las creencias sobre uno mismo, los demás y el mundo. Uno puede considerarse inútil, torpe, indigno. Los demás pueden ser desconsiderados, incluso dignos de odio. El mundo se vuelve hostil, amenazante e impredecible.
La percepción del futuro puede tornarse muy negativa y provocar una enorme ansiedad e indefensión y si se prolonga puede acabar en un proceso depresivo.
Las tareas que ayudan en el proceso de duelo son:
- Aceptar la pérdida: Tomar consciencia. Cuidarse uno mismo. Hablar sobre ello. No aislarse.
- Experimentar las emociones: No ocultar lo que se siente. Sentir y expresar.
Nombrar nuestra tristeza, ira, miedo. Es normal y negarlo posiblemente conducirá a sentir angustia, depresión o a realizar conductas compensatorias insanas, como adicciones, aislamiento, comportamiento irascible e intolerante.
Conviene hacer balance de lo que sentimos y de lo positivo y negativo de lo perdido.
- Capacitarse para la nueva situación: Afrontar los problemas que surgen y se esperan.
Como hacer frente a los gastos, encontrar otro empleo, reorganizaciones económicas para mejorar la situación. Cuidar a las personas cercanas para no generalizar el problema a otras áreas vitales.
- Recolocar lo perdido: Aprender de lo ocurrido constructivamente. Reflexionar sobre que deseo y que necesito para lograrlo, planificar y actuar.
En cada fase del duelo una persona puede estancarse y dificultar el proceso de adaptarnos y volver a conectar con lo que necesitamos.
Las personas siguen mayoritariamente dos estrategias:
- Buscar empleo en la misma área de conocimiento y sector y a partir de ello recurrir a contactos, portales de empleo, envío de currículo a empresas y todas las acciones de búsqueda que estén a su alcance.
- Descubrir aquello que les gustaría hacer y no podían por diferentes motivos, y, en consecuencia, informarse, formarse y establecer nuevos contactos y/o iniciar una nueva actividad.
La pérdida puede suponer la mayoría de las veces pérdida del estatus social, de los roles desempeñados en el trabajo y muchas veces en la familia y el medio social, de la autoestima, de la estructura de nuestro día a día con la desestabilización que supone, y por supuesto puede implicar pérdida y cambios añadidos en nuestra vida, casa, actividades de ocio, incluso pareja. Estos cambios y pérdidas influirán en como adaptarnos y cerrar el proceso, y pueden a su vez crear nuevos duelos específicos.
En todos los casos surgirá un enemigo que hay que afrontar, el miedo, la incertidumbre que tanto nos inquieta y desestabiliza. La única forma de afrontar el miedo es actuando a pesar del miedo.
Si no luchas con tu miedo haciendo lo que necesitas, el miedo se hará más fuerte a cada momento y te paralizará.
A veces hay emociones que paralizan, la culpa, el enfado, la tristeza, pueden requerir un trabajo específico, al igual que si estamos estancados en una etapa del proceso, y pedir soporte psicológico profesional nos permitirá transitar el proceso y en cada momento actuar de la forma necesaria para muchas veces salir fortalecidos de este duelo.
Es importante reflexionar si queremos seguir en el mismo camino o si tenemos la posibilidad de crear uno nuevo. Cambiar de sector, de tipo de trabajo, de aptitud ante el empleo y darnos cuenta de que se abren distintos caminos, aunque cada uno requiere esfuerzo y recursos diferentes.
Quedarse esperando o dudar demasiado conduce al estancamiento y la depresión.
Cada persona es un caso distinto, con sus experiencias, su formación, su capacidad de cambiar, los recursos sociales, familiares y económicos de que dispone, facilitaran o dificultaran el proceso.
Por eso vemos personas que rápidamente asimilan lo ocurrido, se ponen en marcha y aunque a veces lleve tiempo, salen fortalecidos de la experiencia, mientras otras personas se ven seriamente afectadas, prolongando la desesperanza hasta deprimirse.
Hay problemas culturales que complican el duelo y ante los que puede ser necesario una implicación de la política, casi la única forma de cambiar prejuicios e injusticias sociales. Ser mayor de 45 años, que parece una barrera más o menos reconocida, supone muchas veces un trauma severo, pues anticipamos la dificultad que vamos a vivir, o bien pasa el tiempo y no encontramos el cierre del duelo accediendo a un nuevo trabajo.
Puede haber por lo tanto un trauma e incluso una retraumatización por la cronicidad del desempleo.
Es un problema social de un gran impacto perder el empleo pasados los 40 años, aunque cada persona tiene diferentes recursos tanto internos (conocimientos, habilidades, fortalezas) como externos (ahorros, red de apoyo familiar y social), para transitar el proceso de asimilación de la pérdida y encontrar nuevo empleo o alternativas para vivir con dignidad.
Puede ayudar, como siempre, una buena gestión emocional, planificar desde el primer momento, activarse pasado el impacto inicial para pensar con calma que hacer, reflexionar y no aplazar sobre soluciones posibles, necesidades de cada solución, elección de alternativas y puesta en marcha.
Es bueno tener en cuenta que se puede cambiar totalmente de solución si no funciona la elegida, ser flexible, saber cuándo perseverar y cuando desechar un objetivo y sus acciones para cambiar a otro parcial o radicalmente distinto, en ello está el éxito de superar esta situación vital que tanto malestar puede causar.