Los problemas psicológicos y emocionales se crean por muchas causas; algunas pueden ser:
Situaciones traumáticas:
La persona ha vivido, ha visto o ha oído algo que amenaza, bien la suya, a veces la de otras personas, la integridad física o psicológica, de manera drástica. La vida o la seguridad y confianza se ven seriamente amenazadas.
Se puede aprender de esta experiencia y sobreponerse, pensando que uno hizo lo que pudo ante esta amenaza y que es una situación puntual y dolorosa que tendremos que superar cuidándonos y preparándonos para afrontar problemas similares si ocurrieran, o por el contrario pensar y sentir que el mundo ya no es seguro, los demás o el mundo mismo son imprevisibles y pueden dañarte en cualquier momento y tú no puedes hacer nada para afrontarlo, e incluso eres el responsable del daño sufrido.
Se crea así un trauma, con pensamientos de indefensión, evitación de situaciones que recuerdan lo ocurrido y de los recuerdos y pensamientos relacionados, lo que impide que asimilemos el acontecimiento y caigamos en la trampa de la lucha constante contra los recuerdos o la evocación de lo ocurrió tratando de encontrar que falló.
Situaciones de vulnerabilidad crónicas:
Privaciones de alguna de las necesidades básicas en la infancia y adolescencia (amor, seguridad, libertad para explorar, juego, límites razonables)
Se crean esquemas emocionales que tratan de satisfacer la necesidad que no fue atendida o de evitar situaciones donde creemos que ocurrirá lo mismo y lo que necesitamos no se nos dará. La vida se vuelve limitada y condicionada por el pasado, que tiende a repetirse de manera constante en cada nueva relación con los demás.
Estos problemas con nosotros mismos y las relaciones que establecemos pueden originar depresión por la indefensión de ver siempre repetidos los mismos resultados, o problemas de personalidad y creencias poco adaptativas sobre los demás, el mundo y uno mismo, que son formas más o menos estables de pensar y relacionarnos poco eficaces para llevar una vida satisfactoria.
Evitación:
La evitación constante de aquello que nos causa malestar, siendo un mecanismo útil y genéticamente transmitido, puede convertirse en una trampa cuando se aplica a las situaciones cotidianas.
Evitar sentir y pensar en los problemas que tenemos que afrontar, el aplazamiento o procrastinación, solo los agravará y creará otros nuevos. El miedo se convertirá en fobia a situaciones y estímulos concretos. La tristeza puede desencadenar una situación depresiva al tratar de suprimirla y no afrontar aquello por lo que estamos tristes y requiere actuar. El enfado no expresado se volverá contra nosotros y nos hará bajar la autoestima y confianza por no haber sido adecuadamente canalizado, o explotará en ataques de ira incontrolados creando nuevos problemas.
Anticipaciones y preocupaciones:
Las anticipaciones que imaginamos como forma protectora para estar prevenidos nos mantendrán activados para afrontar una amenaza inexistente, inventada, y esta activación ante el posible peligro es un problema de ansiedad.
Preocuparnos no soluciona el problema, una cosa es analizar alternativas y reflexionar sobre cómo resolver lo que ocurre y otra dar vueltas rumiando o poniéndonos en lo peor, algo que nuevamente producirá ansiedad o depresión, pues hay una amenaza imaginada y exagerada que no existe y además llegamos a la conclusión paralizante de que no podemos hacer nada para solucionarlo, ya que buscamos respuestas a preguntas que no la tienen por estar mal formuladas.
Atención constante a pensamientos y sensaciones corporales:
El exceso de análisis paraliza al entrar en un bucle sin fin de pensamientos y consecuencias posibles, creando un problema obsesivo.
Creer que lo que pensamos es la realidad hace que cualquier pensamiento, idea o imagen que pasa por la mente se tome como posible por absurda que sea y originando así un problema obsesivo que produce una enorme ansiedad ante la creencia de que lo absurdo e irreal pude ser cierto o puede ocurrir.
Si para descargar esta ansiedad comenzamos a realizar rituales tranquilizadores, con la creencia mágica de que funcionan, ya que efectivamente reducen la ansiedad en el momento, para luego aumentar, pues el problema no se ha resuelto, habremos creado un problema obsesivo compulsivo
El exceso de atención a las señales corporales puede crear problemas de hipocondría o pensar que tenemos una enfermedad grave, la monitorización constante de funciones vitales, que alteradas por la actividad cotidiana o la misma atención que nos pone en alerta, crearán una falsa alarma en forma de pánico o realimentan el temor a estar enfermo.
Se pueden alterar funciones vitales como el sueño, el reflejo de tragar alimentos, los latidos cardiacos, la respiración, haciendo que lo que es natural quede afectado por esta atención constante.
Pérdidas:
La pérdida por la muerte de un ser querido, una separación donde perdemos a la persona que queremos y además perdemos nuestra relación y la imagen que esa persona tenia de nosotros, a veces muy importante para nuestra identidad y autoestima, la pérdida del trabajo, económica, del estatus social, y otras pérdidas.
Todas requieren un proceso de duelo, de adaptación a la nueva situación. Cuando este proceso se complica por diversos motivos, culpa, aislamiento, ambivalencia ante lo perdido, enfado y rabia exagerados, puede entorpecer la adaptación y asimilación de la pérdida y meternos en una situación depresiva y/o ansiedad que agrava aún más el proceso.
Comportamientos que se repiten a pesar de los malos resultados:
La experiencia nos permite aprender. El problema surge cuando lo que una vez funcionó, aunque fuera poco adecuado, pero no había otra alternativa disponible o no la encontramos, no va a funcionar siempre. Nos empeñamos en seguir utilizando en toda situación aquello que sirvió a una situación o fin concreto.
Emociones contenidas o no expresadas porque no eran atendidas o eran sancionadas, se quedan prohibidas ocasionando problemas en la actualidad.
Conductas de afrontamiento perjudiciales, como muchas adicciones, que empezaron siendo una vía de escape ante el malestar o formas de relacionarnos con nuestros amigos para ser aceptados.
Enfados crónicos, porque antes enfadarnos hacía que los demás dejaran de molestarnos o simplemente de imponernos su criterio.
Quejas constantes porque era la única manera que teníamos de ser atendidos por nuestros padres.
Ayunos constantes para alcanzar la aprobación de los demás o por imposición de cánones de belleza inalcanzables, y que acaban por distorsionar la visión de nuestra propia imagen creando problemas de alimentación graves con todas las variantes y conductas compensatorias adicionales.
Comer compulsivo porque la comida alguna vez vimos que nos tranquilizaba o era la forma en la familia de aplacar los problemas y evitarlos.
Presión cultural y social:
Con el fin de ser aceptados, una necesidad básica del ser humano, intentamos seguir las pautas culturales, muchas claramente perjudiciales.
Los mencionados problemas alimentarios tienen origen en la imagen corporal que la cultura premia e impone, unidos a una baja autoestima y habilidades sociales.
El sentirse bien a toda costa y desterrar las emociones dolorosas nos pueden crear culpa, baja autoestima, depresión, porque si todo el mundo está bien y yo no, algo anda mal en mí.
La presión sobre el que es visto como diferente y que todo grupo necesita para reforzar la pertenencia al mismo, convierte al que se comporta de forma distinta en enfermo designado.
Repetición inútil:
Casi todo comportamiento que no sirve para afrontar el problema y seguimos haciendo obstinadamente.
En resumen:
Los problemas psicológicos y emocionales pueden ser muy variados, aunque sus causas normalmente son distintas en cada persona, es la forma de afrontar lo que ocurre lo que nos mete en estas trampas y estas formas de crearlos suelen ser pocas. Evitación. Fusión pensamiento-realidad o acción. Exceso de auto observación. Falta de habilidades para solucionar problemas. Pensamientos anticipatorios o circulares. Mala o poca regulación emocional. Rigidez mental y conductual. Ceder a la presión social en cuanto a imagen corporal, sentirse bien a toda costa, triunfar.
La Psicología y su rama la Psicoterapia está para ayudarnos a salir de estas trampas, para desarrollar nuestra mejor versión de nosotros, acompañarnos en la incertidumbre y dudas en nuestro camino y apoyarnos en momentos difíciles o para mejorar aquello que deseamos mejorar.