Los mecanismos básicos de supervivencia son la Aproximación y la Defensa. La Aproximación nos hace acercarnos a aquello que deseamos y es agradable para nosotros, mientras que el mecanismo de Defensa nos hace evitar aquello que puede ser perjudicial.
El miedo es una emoción básica, primaria y necesaria para la supervivencia, que forma parte de los mecanismos de Defensa. Nos informa de que hay una amenaza y nos impulsa a actuar, en este caso, huir y posteriormente evitar esta situación.
La mayoría de las personas, después de experiencias vitales significativas se adaptan a las alteraciones emocionales producidas por estas, pero en ocasiones no ocurre así. A veces surgen reacciones anómalas y las emociones se re experimentan con una activación de ansiedad y miedo estrechando las oportunidades y la apertura a la vida.
El procesamiento emocional permite asimilar las experiencias vitales activadoras de miedo y que otras experiencias y comportamientos puedan desarrollarse sin la interferencia de este miedo.
Las experiencias vitales, pueden crear una imagen emocional amenazante que distorsiona la realidad y establece asociaciones con estímulos neutros o nuevos asignándoles un valor de amenaza.
La respuesta natural ante la amenaza es la huida y la evitación de aquello que puede ser peligroso y esta respuesta impide el procesamiento de las nuevas situaciones confirmando la estimación de miedo e impidiendo así la modificación de la imagen emocional creada.
El procesamiento emocional modifica la estructura patológica del miedo al reemplazar las asociaciones inadecuadas entre estímulos, respuestas y significados.
Para modificar el miedo es bueno activarlo mediante la exposición a él, y hay muchas formas de hacerlo, gradualmente tanto en imaginación, como en vivo. Esto provoca la habituación y el procesamiento de los estímulos de forma que se corrige la estructura de miedo al comprobar que no ocurre daño alguno y las nuevas respuestas son posibles.
Mediante la reestructuración cognitiva, es decir la adaptación de los pensamientos a la nueva situación experimentada, se incorporan nuevos significados a esta estructura de miedo, que queda puesta en duda, o bien se aprende a evaluar la situación y si nuestra forma de interpretar lo que ocurre es proporcional o válida para lo que tenemos que afrontar.
Hay veces en que el miedo pierde su carácter adaptativo y aparece ante situaciones sociales, que son interpretadas por una persona como amenaza; también se puede tener miedo a la intimidad, vista como peligrosa, pues podemos ser dañados si confiamos y nos mostramos como somos.
Otras veces el miedo no es una emoción primaria, si no una emoción secundaria que surge por ejemplo ante la tristeza. Podemos tener miedo de estar tristes porque significa que somos vulnerables o porque la influencia cultural nos dice que estar tristes es peligroso para la salud.
También puede transformarse el miedo en otras emociones, como el enfado por tener miedo, siendo en este caso el enfado una emoción secundaria, no básica, pues no cumple la función de protegernos cuando alguien transgrede nuestros límites o cuando nos frustramos por no conseguir nuestros objetivos.
En estos casos hay que explorar la emoción para averiguar que está detrás, si miedo, enfado, tristeza, miedos limitantes a las relaciones sociales o intimas, y reestructurar esta emoción, ser consciente de la emoción real que se siente y así poder procesar esa emoción.
El miedo como emoción básica es innato, pero las situaciones vitales aportan a veces nuevos miedos si no hemos podido actuar y resolver el problema.
El miedo a unos estímulos y situaciones si no se resuelve, se generaliza a otros estímulos y situaciones y llega a estrechar mucho la vida de una persona.
El miedo puede tener origen de la infancia, no haberse sentido seguro y protegido hace que en ciertas situaciones reaccionemos como lo hacía el niño indefenso. También puede surgir de una situación vital que amenazó nuestra vida y que no hemos podido asimilar, convirtiéndose así en un trauma y haciendo que la persona esté constantemente atenta a posibles amenazas, con la estructura de respuesta al miedo siempre encendida.
El miedo en definitiva es útil ante situaciones que suponen una amenaza, y es un problema grave cuando se activa en situaciones de la vida que no suponen amenaza, pero la persona las interpreta como tal.
A veces se trata de hacer aquello que necesitamos y deseamos a pesar del miedo, entonces el miedo se difumina, lo que no es fácil, otras veces se requiere de ayuda profesional para aprender a gestionar este miedo y liberarnos de él.
Lo que supone un problema es vivir con miedo, si la situación es peligrosa, es una emoción necesaria y nos ayuda a reconocer un problema que tenemos que resolver, pero rara vez huir o evitar en la vida cotidiana una situación por miedo soluciona el problema, y origina un problema añadido, derivado de las limitaciones que el miedo va imponiendo.